«Son nuestras diferencias las que deberían permitirnos ser iguales y tener los mismos derechos.»
En la carretera que lleva de la ciudad de Salvador de Jujuy a la Quebrada de Humahuaca, provincia de Jujuy inscrita en el patrimonio de la humanidad por la Unesco, la majestuosidad de los cerros y de las montañas multicolores nos conmueve y nos invita a la humildad. A semejanza de un milhojas geológico, las laderas de las montañas ondulan y resplandecen con destellos de hermosos colores en los que predominan tonalidades rojizas. En este no man’sland árido, Caludiana Lauriana y su familia, modestos ganaderos, subsisten con dificultad y luchan continuamente contra los terratenientes que no dudan en matar sus vacas para hacerse con sus tierras. A pesar de la gravedad, esta situación tiende a banalizarse cada vez más en la provincia. Las tierras de los indígenas –donde viven de la pesca, de la caza, del cultivo de frutas, de la cría de ganado y donde preservan sus rituales sagrados–son objeto de codiciapor parte de industrias de extracción, de explotaciones mineras, de carreteras o de actividades ligadas al agrobusiness (conjunto de actividades de producción, de transformación y de comercialización de los productos de la agricultura intensiva).
A pesar de los avances constitucionales relativos al reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas y a la protección de las tierras ancestrales desde hace más de dos décadas, la situación “oficial” está lejos de reflejar la realidad de estas comunidades, sometidas constantemente a ataques contra sus derechos fundamentales. Según ellas, la situación que no deja de agravarse desde la llegada de la derecha al poder en el 2015 con la elección de Gerardo Morales como gobernador de la provincia de Jujuy el 25 de octubre de 2015 y reelecto en 2019.
Lucha histórica en la provincia de Jujuy
Encuentro con las comunidades kolla y tilián para conocer los distintos aspectos de su cultura de la resistencia
Dividida en cuatro regiones (la Puna, la Quebrada, el Ramal y los Valles), la provincia de Jujuy reagrupa numerosas etnias caracterizadas por una fuerte densidad demográfica y una gran complejidad socio-económica. Según una encuesta oficial de 2004-2006 y referente a todo el país (Encuesta Complementaria de Pueblos Indígenas), más de 600.000 indígenas, que pertenecen a 31 comunidades, residen en la provincia. Además, en esa provincia encontramos el porcentaje más elevado de hogares donde al menos uno de sus miembros reivindica sus raíces indígenas. Entre estos grupos étnicos se encuentran los kolla, omaguaca, atacama, ocloya, tilián, toara, guaraní, toba… El proceso de reconstrucción de la identidad étnica empezó a partir de los años 90 y se fue institucionalizando a través de organizaciones como el Concejo de Organizaciones Aborígenes de Jujuy.
El carácter de las luchas sociales varía en función de las regiones. En Buenos Aires se expresan de forma más jerarquizada y se hallanmás enfocadas hacia reivindicaciones globales en cuanto a la defensa de los derechos humanos. En cambio, en Jujuy, se refieren más bien al reconocimiento del derecho a la tierra, la autodeterminación de los pueblos y la lucha contra la discriminación. La lucha no carece de organización en el noroeste del país pero las acciones resultan ser más dispersas, menos visibles y menos coordinadas entre sí. Por este motivo es preciso “afrontar el desafío de la unidad en la militancia”, indica Walter Soriano, activista de la Túpac Amaru, una organización creada a finales de los años 90 que se extendió progresivamente en todo el país y que dio lugar a un nuevo paradigma de trabajo cooperativo y solidario.
El encuentro con Walter, que pertenece a la comunidad kolla, es una primera toma de contacto con esta cultura de la resistencia muy anclada en la región.Esta etnia designa a los habitantes de la Puna, de la Quebrada y de los Valles y, en general, a la población de origen quechua y aymara; se trata de un pueblo representativo de la vida andina tradicional (economía pastoral, cultivos de patatas y de maíz, uso de plantas medicinales, de instrumentos de música, práctica de una religiosidad ancestral…). La cultura kolla no es estrictamente indígena sino mestiza. Joven de unos treinta años, moreno y de mirada oscura y profunda, Walter encarna la esencia de la generosidad. Es un tipo de “conector nómada” entre las diferentes comunidades, a quienes facilita consejos estratégicos y jurídicos, y los organismos oficiales. Al igual que sus héroes, ligados con la independencia sudamericana (José de San Martín ySimón Bolívar), Walter se siente investido de una misión, la de ayudar a los habitantes de las comunidades de la Puna y de la Quebrada porque “el gobierno trata de desalojarlos y de erradicar su cultura ancestral”. Pero su lucha abarca también la protección del medioambiente y sobre todo del agua, contaminada por las explotaciones de las minas. Durante sus estudios de Derecho en Cuba su vida dio un giro de manera radical. Al descubrir el modelo de vida cubano empezó a ser consciente de la importancia de su identidad y de su pertenencia a la comunidad kolla. “Defiendo lo que siento y lo que siento es una profunda injusticia, de ahí mi elección de querer dedicar mi vida a los demás.” Considera que la supervivencia de estos pueblos originarios pasa por la reivindicación de sus tierras pero a pesar de recurrir a una terminología un poco maniqueísta, preconiza una lucha no excluyente: “las diferentes comunidades no pueden perpetuarse en detrimento de la exclusión de una parte de la población”. Lo que denota cierta evolución de la teoría marxista y de las referencias inmutables desde hace décadas en América Latina.
Tierras y territorio, dos conceptos indisociables
Las comunidades son conscientes de su identidad y la resistencia territorial constituye uno de los núcleos estructurales. La recuperación del territorio es una de las condiciones sine qua non de esta lucha colectiva. En el pueblo de Volcán vive la comunidad Pueblo Tilián, cuyos habitantes, alrededor de 350, pertenecen a la etnia tilián. Anidado al pie de los montes imponentes, el cementerio colorido de la comunidad llama la atención y nos da a entender que la muerte es una parte integral de la vida. A medida que penetramos en el pueblo, nos zambullimos en un ambiente anacrónico donde pasado y presente coexisten.
La lucha por el agua y los recursos naturales
La existencia y el desarrollo de proyectos industriales de extracción en los territorios pertenecientes a las comunidades indígenas plantean también la problemática de la lucha por el agua y de su contaminación. A veces, es utilizada como estrategia indirecta de expulsión a través de una limitación o privación de agua para los campesinos. En la provincia de Jujuyhay varios lugares en los que el agua se pone en peligro: el de Pirquitas (extracción de plata, estaño y de zinc), el de El Aguilar y el proyecto Chinchillas.
Todas las comunidades transmiten, al unísono, el mismo mensaje: “el agua representa la vida y no puede ser reducida a un mero recurso natural porque posee un carácter simbólico y sagrado. Es considerada como una entidad viva que alimenta la Madre Tierra: es ella que sostiene la vida natural y humana y nos incumbe respectar sus ciclos naturales”.
Preservación del ayllu precolombino y de la ritualidad
Con motivo de las fiestas patronales de Santa Catalina, un pueblecito situado a 4.000 metros de altitud, Quique, cura católico, anarquista y filósofo, acaba de celebrar la misa. ¡Con una edad de casi cincuenta años, Quique sorprende por su apariencia juvenil, por su profunda serenidad y por su semejanza con John Lennon y el Che! Su carácter atípico se refleja también en sus sermones porque, bajo la difusión de la religión católica, tiende a despertar las conciencias de los habitantes de los pueblos que va surcando en la provincia con el fin de exhortarles a retomar sus costumbres ancestrales y su identidad.
Dentro de este sincretismo, Quique trata de dar una “re-significación” a todo el sufrimiento pasado padecido por su pueblo. Con un libro de Nietzsche en una mano y el mate en la otra explica con orgullo que “ni las amenazas ni la legislación agraria liberal han podido acabar con el ayllu, el concepto de comunidad andina. Los indígenas perpetúan formas de organización de la producción basadas en la cooperación”.
En efecto, cada pueblo dispone de un representante elegido durante una asamblea y las diferentes etnias cuentan con las instituciones siguientes: el Consejo comunitario, el Consejo de los Ancianos y la Asamblea. “Las relaciones de vecindad y de compañerismo consolidan las relaciones sociales. El trabajo se presenta bajo la forma de un trabajo cooperativo y voluntario, la minga: se trata de una tradición comunitaria muy arraigada en el mundo andino que reagrupa varias familias y vecinos y se apoya en un sistema de redes solidarias.”
“Todos nuestros esfuerzos y proyectos tienden hacia la búsqueda del bienestar humano pero también hacia el bienestar integral de la tierra porque entramos en la era de un nuevo Pachacuti, la era universal de los derechos de la Madre tierra”, añade Quique. Un proyecto que trata de promover la vida bajo todas sus formas a nivel local, nacional e internacional.
Cosmovisión al servicio de la resistencia
Dos visiones y dos sistemas jurídicos siguen coexistiendo. Por una parte, el de las sociedades indígenas basado en la tradición oral, la memoria histórica, un concepto colectivista y comunitario, y por otra, un sistema heredado de la tradición europea regido por normas legales, formales, escritas y por un concepto de propiedad privada e individual. Una dualidad que caracteriza las relaciones entre estos mundos: la tierra es un bien que se ha de proteger para los primeros y un bien que se explota para los segundos.
Estas comunidades, al igual que el resto del mundo, se encuentran ante una elección de sociedad: privatización y concentración de las riquezas versus preservación de la agricultura, del medioambiente y de la instauración de una nueva relación con la tierra.
Decía Karl Marx que la historia se repite siempre dos veces, primero como tragedia y después como farsa. ¿Cuándo seremos capaces de acompañar y realizar la historia desde otro nivel de conciencia? Este ciclo se ha repetido demasiadas veces y ahora este discurso a favor de la ecología y de la ética cobra un carácter urgente. Nos pone a cada uno de nosotros ante la misma elección: ¿seguiremos dilapidando los recursos de la tierra o remediaremos las causas estructurales de la degradación mundial del medioambiente?
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